Corría enero de 2015 cuando Diego Neria Lejárraga, un ciudadano español y referente en la lucha por los derechos trans, vivió un hecho histórico y profundamente emotivo: fue recibido por el papa Francisco en el Vaticano. El encuentro, más allá de lo simbólico, representó un gesto concreto de inclusión por parte de la máxima autoridad de la Iglesia Católica.

En diálogo con el programa Infobae en Vivo, Neria repasó aquel momento transformador, que comenzó varios meses antes con una carta en la que expresaba su sufrimiento por los abusos y el rechazo vividos dentro de la institución religiosa. Lo que no imaginaba era que, tres meses después, su teléfono sonaría con una llamada que lo dejaría sin aliento.

“Escuché un acento argentino, pero pensé que era un operador ofreciéndome un servicio”, recordó, entre risas. Aquel acento era inconfundible: del otro lado de la línea estaba el propio Papa Francisco. "Le dije que no me haga perder el tiempo, que quería dormir", contó, sin imaginar que se trataba del inicio de un vínculo inesperado y transformador.

La segunda llamada del Papa llegó el 22 de diciembre, en plena Navidad. Francisco le preguntó qué día le venía bien para viajar al Vaticano. Neria, todavía incrédulo, aceptó. En enero de 2015 voló rumbo a Roma, cargado de emociones y expectativas.

El recibimiento fue tan cálido como inesperado. “Diego, amigo, no sabés las ganas que tenía de verte”, le dijo el Papa, fundiéndose en un abrazo que rompía años de distancia y dolor. Ese gesto marcó un antes y un después en su vida, y en el mensaje que Francisco buscaba dar al mundo: el de una Iglesia abierta, empática, y dispuesta a escuchar a quienes más lo necesitan.

Sin embargo, no todo fue sencillo. Neria confesó haber sentido un fuerte ataque de pánico al llegar al Vaticano y ver a la Guardia Suiza. Su pareja lo ayudó a calmarse antes de que pudiera atravesar los seis controles de seguridad que lo separaban del Sumo Pontífice. Ya en la sala de espera, apenas podía creer lo que estaba a punto de vivir.

“Le hablé de mis dudas, de mis miedos, y él me dio todo de él, con esa calidez argentina que lo caracteriza”, relató. Pero fue una frase la que quedó grabada en su corazón para siempre: “Cuando alguien te rechace, piensa que el problema está en su cabeza y no en tu corazón.”

Ese mensaje, simple pero poderoso, fue para Neria un bálsamo luego de años de rechazo. Y también un faro de esperanza para tantas personas trans que buscan ser reconocidas con dignidad dentro de la fe católica.

El testimonio de Diego Neria no solo es un relato personal: es una señal clara del camino que Francisco ha querido trazar desde el inicio de su papado. Uno donde la inclusión no sea un eslogan, sino una práctica cotidiana. Un llamado, incluso para nuestra comunidad tucumana, a construir espacios más humanos, diversos y compasivos.